cuento de un niño que miraba al cielo


Había una vez un niño que nació en Málaga. Era un niño curioso, con ojos que preguntaban más de lo que hablaban y un corazón que desde pequeño sentía con fuerza las cosas del mundo.

Pero no se quedó allí. Cuando aún era muy pequeño, su familia hizo las maletas y se marchó a otra ciudad. Al principio, el niño no entendía por qué se iban, solo sabía que su ventana ya no tenía el mismo cielo. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa nueva ciudad empezó a parecerse un poco a un hogar.
Una de las primeras amistades verdaderas que tuvo fue con su perro. No era solo una mascota: era su compañero, , ese ser que lo esperaba siempre con la misma alegría aunque el día hubiera sido malo.
 El día en que su perro falleció, algo en el niño se rompió. Fue su primer encuentro con la pérdida. Lloró más de lo que pensó que se podía llorar, y durante mucho tiempo, cada vez que miraba su cama vacía, sentía que el mundo había perdido un poco de color.
Más adelante, tuvo que enfrentarse a otro cambio: el colegio. Cambiarse de escuela fue como cambiar de idioma. Al principio se sintió solo, pero luego, poco a poco, fue encontrando su lugar. Aprendió que las personas correctas llegan cuando uno es uno mismo. 

Con 16 años, ese niño ya no es tan niño. Ha empezado a hacerse preguntas más grandes: sobre quién quiere ser, qué camino quiere seguir, qué sueños quiere alcanzar. A veces siente miedo, otras veces siente emoción, pero sobre todo, siente que tiene dentro algo que nadie le puede quitar: la capacidad de seguir adelante.
El futuro de ese chico está lleno de posibilidades Quizás estudie algo que lo apasione, como en profesor.
Puede que algún día adopte otro perro, no para reemplazar al primero, sino para honrar ese amor que nunca se fue. Quizá mire atrás y entienda que todo el dolor, la mudanza, los cambios lo hicieron más fuerte.
Lo cierto es que, donde quiera que vaya, llevará dentro ese corazón que aprendió a sentir profundamente desde pequeño. Y esa será su mayor fuerza.
Porque algunos nacen para mirar al cielo y otros nacen para volar hacia él.

Pasaron los años, y aquel niño que había aprendido a ser fuerte en silencio se convirtió en un joven con los pies en la tierra y los sueños aún mirando al cielo.
En su adolescencia, descubrió lo que realmente le apasionaba a darse a los demas en ayudarlos en lo que sea. No siempre fue fácil, pero había aprendido desde muy joven que la vida no se trata de no caer, sino de saber levantarse.


A los veintitres, conoció a alguien especial. No fue un amor de película perfecta, Con esa persona compartió sueños, miedos y planes. Y un día, sin prisa pero con certeza, se casaron. Fue una boda sencilla, pero llena de amor, de miradas cómplices y de promesas que no necesitaban palabras.


Con el tiempo, llegaron dos hijos. El primero fue una revolución de ternura y noches sin dormir. El segundo, una sorpresa que completó la familia. Ser padre lo cambió todo. Lo hizo más paciente, más sabio, y más consciente de lo que significa cuidar, enseñar y amar sin medida.

Los años pasaron. A veces la vida fue  dura, hubo pérdidas, cambios de trabajo, mudanzas, aprendizajes. Pero también hubo viajes en familia, cenas con amigos y muchas mas cosas que contar.

En la madurez, ya con el cabello algo canoso y la mirada más serena, empezó a escribir sobre su vida. Quizás no para publicar un libro, sino para que sus hijos y algún día sus nietos supieran quién había sido. No el profesional, ni el padre, sino ese niño que un día lloró por su perro, que tuvo miedo al cambiar de colegio, y que nunca dejó de soñar.


Ya mayor, con el cuerpo algo más lento pero el alma intacta, solía sentarse en una silla mirando al jardín, tomando café y escuchando música.
En esos años, no necesitaba mucho. Tenía a su compañera de vida, que aún le tomaba la mano en silencio. Tenía recuerdos que valían más que cualquier tesoro. Y tenía paz.
Un día cualquiera, mientras el sol se ponía cerró los ojos y se fue como vivió 
Pero su historia no terminó ahí, porque siguió en sus hijos, en sus nietos y en cada persona que lo conoció y que alguna vez pensó: “Gracias a él, aprendí algo importante.”

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